Al periodismo llegué desde las filas del deporte activo, que me llenó de templanza en la victoria y sabiduría para aceptar las derrotas. En el periodismo encontré maestros que me enseñaron el camino de la sobriedad, aún en los instantes de euforia por los que pasamos alguna vez los periodistas. “Rigor analítico y desapasionado”, solía repetir don Miguel Roque Salcedo en sus charlas conmigo en LDE, que era como nuestra casa.
La difícil y comprometida tarea de expresar la opinión, que luego podría convertirse en faro conductor, requiere que el columnista sepa para qué son las palabras. Solo así llega a gozar de un privilegio: la credibilidad de sus lectores.
La columna periodística, es, sobre todo, la exposición de las ideas del que escribe. Tales ideas a veces chocan con las de otro u otros, pero es un combate dialéctico. Cuando la palabra brota del odio o la animadversión irracional, una columna de opinión puede ser un peligro social. En un medio apasionado y apasionante como el fútbol hay que cuidarse de expresiones hirientes y divisivas como las que nacen de la abominación con tintes regionalistas.
¿Se puede odiar a un club o una institución que ha logrado captar la emoción popular? Sí, porque científicamente el odio es una herramienta de supervivencia pura. La ciencia dice que fisiológicamente es una respuesta emocional a una situación de estrés: una postura sería huir; la otra, atacar. Los despectivos conceptos emitidos por un columnista que acostumbra a denostar con ferocidad a los equipos porteños son el resultado del estrés violento que le provoca ver al balompié de Guayaquil en la cima. Y opta por atacar desacreditando.
Los dos equipos más representativos de Guayaquil, los únicos en la serie A, Barcelona y Emelec, van a dirimir el título de campeón ecuatoriano del 2012. La superioridad de ambos ha sido incuestionable. Barcelona ha sumado 80 puntos en 43 partidos de las dos etapas con un rendimiento del 62,01%. Tiene la artillería más efectiva (72 goles) y la valla menos batida (33 goles). Su promedio es impresionante: más 39. El goleador del campeonato, Narciso Mina, viste de amarillo. Emelec suma 74 puntos en 42 partidos y un promedio de 58,73%. Están muy lejos de los demás.
Las cifras son incontrastables, pero no logran derribar los muros del odio y de la envidia. Hace poco los disparos fueron contra Emelec, al que en una columna llena de cizaña se acusó de falta de “jerarquía” por haber sido dos veces vicecampeón, como si llegar tras el campeón careciera de mérito. Hoy es Barcelona la víctima. El ídolo del Astillero es “un buen equipo y nada más”. El título que podría obtener no es por méritos, sino “por la debacle de los otros”. ¿Y quiénes son los otros que han permitido que este Barcelona sin méritos se encamine a su decimocuarta corona? Pues nada menos que la Liga de Quito, El Nacional y Deportivo Quito.
El “magnético nombre” de los dos equipos más populares del Ecuador es “puro espejismo”: no alcanzó para llenar los clásicos del Yasuní, dice una parte del ‘inteligente’ comentario que bordea el ridículo. Es el mismo columnista que hace unos meses quiso inventar un nuevo clásico en reemplazo del único que existirá siempre en el país: Barcelona-Emelec.
Una encuesta hecha por una de las facultades de la Escuela Politécnica del Ejército, con un universo de 11.000 personas en las cuatro regiones del país, determinó que a nivel nacional Barcelona era el equipo más popular, con un 43% de adhesión; seguido de Emelec, con un 28% y Liga (Q), con un 13%. Esto desató la cólera del columnista.
De Barcelona y Emelec saldrá el “campeón que tenemos”, frase que pretende ser despectiva para con los clubes porteños. Saldrá, eso sí, de entre los dos mejores clubes ecuatorianos del año y de los más populares desde siempre. Saldrá de dos instituciones que más que equipos de fútbol son un pueblo, aunque esta verdad provoque urticaria en los que los odian.
Saldrá de la ciudad que introdujo el fútbol en el Ecuador y lo fue enseñando, año por año, en todas las ciudades del país desde hace más de un siglo.
Barcelona y Emelec nos llenaron de orgullo a los guayaquileños por décadas. El aprecio popular fue creciendo luego en el país entero y fuera de nuestras fronteras. Alguna vez intentaron burlarse del tiempo transcurrido sin que nuestro fútbol logre una corona, pero como dijo el escritor estadounidense Kurt Vonnegut: “Siempre supe que si esperaba lo suficiente, vendría alguien y me envidiaría. Siempre me digo que debo tener paciencia, que tarde o temprano pasará por aquí algún envidioso”.
Por Ricardo Vasconcellos R.
Fuente: www.eluniverso.com