Jugaba Liga de Loja como local en el estadio Reina de El Cisne ante Barcelona, pero en los graderíos predominaba el color amarillo en las banderas, camisetas y cintillos que llevaban los hinchas. Ocurrió el 3 de octubre pasado, en uno de los partidos de la segunda etapa del torneo nacional de fútbol.
De los graderíos se escuchaba también el tarareo de la frase: “Un solo ídolo tiene el Ecuador. Barcelona campeón, Barcelona campeón”, una de las canciones que entonan los aficionados para alentar al equipo.
En ciudades como Portoviejo (Manabí), Machala (El Oro), Quevedo y Babahoyo (ambas en Los Ríos) también se evidencia esta efervescencia amarilla. Allí el porcentaje de barcelonistas de entre los que les agrada el fútbol va del 45% al 70%, según una encuesta realizada este año por Brandim, una empresa de investigación de mercados.
El conocido como “ídolo nacional” por sus hinchas rinde honor a su nombre. Los negocios que tienen impreso el escudo del plantel o que venden artículos del club en ciudades como Quito, Portoviejo, Machala, Babahoyo o Loja hablan de esta afición que trasciende Guayaquil, donde el club se fundó el 1 de mayo de 1925.
Carlos Jaramillo, conocido como Don Coqui, tiene una despensa llamada Barcelona en Loja. Dice que se “enganchó” al club en la década del setenta, al escuchar las narraciones radiales en tiempos cuando los partidos no se transmitían en vivo y en directo por televisión.
Ahora tiene sentimientos encontrados debido al ascenso de Liga de Loja a la serie A. Pero “cuando juega Barcelona en esta ciudad, debo ir con la camiseta amarilla”, afirma Jaramillo. “Primero fui barcelonista”, dice.
Su despensa y sus alrededores son uno de los puntos donde los barcelonistas lojanos celebran los triunfos. Incluso, los niños del sector conocen que Don Coqui regala bolos cuando gana el equipo de la camiseta amarilla.
A nivel regional, el porcentaje de barcelonistas alcanza el 58,1% en la Costa, según la encuesta de Brandim. Mientras que en la Sierra es el segundo equipo con más seguidores al acumular el 21,6% de las preferencias, solo superado por Liga de Quito, que tiene el 39,9%. De las diez ciudades de la Sierra donde se hizo la encuesta, solo en Loja el número de barcelonistas fue mayor con el 35,4% frente al 24,1% que dijo que era de la Liga de Quito.
Los revendedores de boletos también dan cuenta de la devoción por Barcelona en el país. Édgar Auquillas, un barcelonista que desde 1986 vive de la reventa de entradas, asegura que hay aficionados que viajan de los puntos más lejanos del país para ver al equipo jugar en su estadio, en Guayaquil. “Le he vendido entradas a gente de Napo, Pastaza, Loja. Han manejado horas por solo venir al Monumental”, dice Auquillas.
Durante el actual campeonato, hay quienes han pagado hasta el doble por un palco que cuesta $ 25, según varios revendedores. La mayoría de los que compran son aficionados de provincias que llegan a Guayaquil horas antes del partido.
Arriban en buses interprovinciales, en carros alquilados o en vehículos propios. A las 17:00 del miércoles pasado, día en que Barcelona jugó su penúltimo partido de local en la segunda etapa del campeonato, se los veía llegar por el puente de la Unidad Nacional, uno de los accesos a Guayaquil.
Unos, que venían de Machala en un bus de esa localidad, intensificaron sus cánticos a la altura de Durán. Sacaban por las ventanas las banderas y pitos y gritaban: “Barcelona campeón, Barcelona campeón”.
La familia Toaquiza Pillajo viajó ocho horas en carro particular desde el Valle de los Chillos, en Sangolquí (Pichincha), para ver al ‘ídolo’, como lo conocen. Llegaron el martes a esta ciudad y pretendían regresar el jueves por la mañana. “Barcelona es alma, vida y corazón porque venimos desde Quito solo para ver el partido”, cuenta Dany Toaquiza, de 24 años, quien vio el juego con su esposa y sus dos hijos. Gastaron más de $ 80 en el viaje, entre gasolina, entradas al estadio y alimentación. Él espera volver a Guayaquil para vivir la emoción de la vuelta olímpica, según dice.
Mientras, hinchas de otras provincias delatan su afición colocando banderas en sus casas. Algunos van más allá y llevan su idilio por la camiseta amarilla pegado a su piel.
El ambateño Álex Franco, de 28 años, dice ser barcelonista desde que tiene uso de razón. El escudo a colores y la frase “Pasión y vida” que se ve abajo en el brazo izquierdo lo confirman.
Él pertenece a la Sur Oscura de Ambato, la principal barra de Barcelona y que tiene células en distintas ciudades.
El catedrático Fernando Carrión Mena, investigador de Flacso y editor de los cinco tomos de la Biblioteca del Fútbol Ecuatoriano, dice que los éxitos del club durante la década del noventa, cuando llegó en dos ocasiones a la final de la Copa Libertadores de América, hicieron que “Barcelona empiece a captar hinchas por fuera del espacio original (Guayaquil). Probablemente ahí lo que empieza a ocurrir es que hay la construcción de una marca del equipo que va más allá de la ciudad”.
Otros factores como la migración y la definición en sí de ser un equipo popular ligado a élites y a sectores de altos ingresos han permitido que Barcelona trascienda a nivel nacional, según Carrión: “Si bien se define como lo popular, incluso podría decirse que desde la matriz de lo popular y oligárquico juntos le permiten tener un nivel de representatividad bastante más general, más amplio, que genera ya una ruptura del Barcelona de Guayaquil para convertirse en ídolo nacional”, explica.
Y su fanaticada regada por el país corrobora esta tesis. Fernando Lasso, de 28 años, es un fanático quiteño. Confiesa que se ha escapado del colegio y de su trabajo por verlo jugar. Ahora planea tatuarse en la espalda al que llama “el templo del fútbol”, el estadio Monumental.
Otra quiteña, Susan Molina, ha enfrentado insultos y hasta empujones por el hecho de ser seguidora del Barcelona en una ciudad de la Sierra.
Para los comerciantes de artículos deportivos de otras provincias, Barcelona, a más de ser su pasión, es también su fuente diaria de trabajo.
Sucede cada vez que juega Barcelona. En la casa de Julio Ochoa, situada en la ciudadela Abel Gilbert, en Durán (Guayas), se congregan decenas de barcelonistas que llegan a observar el partido por televisión. Los fanáticos pagan un dólar por ingresar y escoger uno de los cuatro ambientes, uno en cada planta.
La mayoría prefiere la terraza, donde un proyector dibuja en una pared blanca las incidencias del partido como el del miércoles pasado, cuando Barcelona se enfrentó al Manta Fútbol Club en el Monumental.
Los graderíos improvisados con tablones de madera sostenidos en jabas se iban copando de aficionados. Ochoa bajaba y subía con cervezas. “Es de lo que he vivido en los últimos cuatro años”, cuenta este barcelonista, de 55 años, que hizo cuatro créditos en el 2008 para ampliar su vivienda y comprar un proyector, televisores y 70 sillas.
Ochoa afirma que “durante este año de buena racha para el equipo”, a su negocio han llegado hasta 200 personas, más del doble de los que iban en años anteriores. “Le debo todo. La afluencia me ha ayudado a pagar las deudas. Ya salí de un crédito y a fines de este mes salgo de otro”, dice Ochoa.
Subempleados de Guayaquil y de otras ciudades encuentran en las inmediaciones del Monumental una fuente de ingresos. Allí se concentran los comerciantes de artículos, los revendedores de boletos, los que cuidan vehículos en parqueaderos improvisados en la vía pública, los que ofrecen comida y confites. Todos los que, por Barcelona, encuentran un ingreso que les ayuda a subsistir.
“A 12 dólares la tribuna”, “lleve, lleve las propias de Barcelona, las que no lo hacen sudar”, “agua, colas,”, “guatallarín, sequito de pollo”, voceaban los comerciantes el miércoles.
Marina Zapata, de 50 años, cuida carros a unas cinco cuadras del estadio desde hace 18 años. Su esposo empezó con el negocio cuando no padecía de trombosis. Ella dice que su pareja habló con algunos vecinos a los que les solicitó permiso para ocupar la vía. Pero desde hace nueve años, la mujer se hizo cargo del ‘empleo temporal’ porque su conviviente quedó inválido.
Cobra $ 2 por carro y en su área de trabajo puede albergar hasta 22 autos, según dice. “Esto me ha ayudado a mantener a mi familia, sobre todo a mi hijo de 14 años”, agrega esta mujer que no tiene empleo fijo.
Zapata recibía el Bono de Desarrollo Humano a inicios de este Gobierno, pero se quedó sin esa ayuda. Con los ingresos que consigue compra la medicina básica que requiere su esposo por la enfermedad que padece.
También están los comerciantes que vienen de otras provincias como Marco Troya, quien llega del cantón Ventanas (Los Ríos). Vende banderas, camisetas, cintillos de su ídolo. En el negocio lleva ya un año, tras quedar desempleado por el recorte de personal ante la falta de presupuesto en una bananera, según le dijeron. El negocio es familiar. “Para este año Barcelona me ha incrementado las ventas en un 90%, pese a la crisis económica que vive el país, ya que no hay empleo”, afirma Troya.
“Barcelona nos da trabajo” es la frase que repiten los 18 comerciantes a los que un equipo de este Diario entrevistó el miércoles último en las afueras del Monumental. De estos, nueve provenían de otras provincias. Por los partidos, las ganancias van desde $ 80 hasta más de $ 400, según el negocio.
Incluso comerciantes que siguen a Emelec, el rival natural de Barcelona, reconocen que los artículos del popular equipo tienen más salida. Mientras que dueños de bares y restaurantes refieren que la afluencia de público es mayor cuando transmiten los partidos de este plantel.
La venta de artículos del club se observa también en las calles centrales y en los mercados de ciudades como Portoviejo (Manabí), Machala (El Oro), Ambato (Tungurahua), Babahoyo (Los Ríos), Loja y en la capital, Quito. Con el buen desempeño del equipo en este año, las ventas están al alza, explica Jorge Andachi, quien tiene un bazar en Ambato. Han aumentado el 40%, dice.
Mientras, las camisetas de Barcelona se agotaron en algunos locales de la cadena Marathon Sports como el ubicado en Pichincha y Sucre, en el centro de Guayaquil, que funciona como bodega deportiva y ofrece descuentos. Ahí las camisetas que se ofrecían a $ 35 (las de hombres) y a $ 28 (las de mujer) se acabaron incluso antes del partido del miércoles pasado. También se venden bufandas, gorras y hasta ropa interior.
Una pareja de Machala llegó el viernes pasado al local de Marathon en Mall del Sol para adquirir una camiseta a $ 44,90. Los esposos dijeron que en su ciudad estaban agotadas.