Barcelona es un equipo de cinco cortas y una larga. Varios toques orilleros, para asegurar la tenencia y distraer, seguidos de una pelota al claro. Michael Arroyo estará bajo el signo del gol.
La idea de Costas es la pelota como táctica: dominar el juego a partir de posesiones largas de balón y finalizar bien la jugada, para disminuir el potencial de la presión del bloque rival.
El talento de Arroyo le dará refugio a la debilitada identidad del extremo zurdo. El toque terminará en dinámica, orientada a crear peligro y llegar al gol.
La fuerza del canario está en el centro del campo, ha ganado equilibrio emocional, los jugadores sintonizan la misma onda.
Al equipo lo sostiene el sincronismo y no la inspiración de un talento casual. Además es el cuadro que más balones recupera, el líder en jugadas en las que intervienen más de cinco jugadores. Ha convertido la intensidad en un valor.
Cuando no puede jugar corto, apuesta por la pelota larga, por la segunda jugada o por balones parados. Si no se sale desde atrás se inicia mal. Es el génesis para sostener el estilo y el modelo de juego. Hacer que todo el equipo esté junto: equilibra. Los pases rítmicos: cuando el pase logra desacomodar al rival, la tenencia del esférico somete y las rupturas aparecen.
Díaz-Arroyo-Matamoros serán presión, más continuidad de la jugada y presencia en el área. Los que tienen talento siempre se entienden para atacar desde el anticipo.
Michael Arroyo es una aplastante demostración de poderío y armonía en la última estocada para agujerear la red. La tribuna lo disfrutará con los sentidos y con el intelecto por una temporada. Tiene corte, enganche, freno, giro, amague, zurda. Un vendaval cruzando los últimos metros. Dibuja diagonales, se zafa de la marca con facilidad. Acaricia la pelota, los demás la tocan. Decir que Barcelona es solamente un equipo de fútbol es como decir que la Mona Lisa de Leonardo da Vinci es solo un lienzo.
Por Roberto Bonafont
Fuente: www.expreso.ec