Escrito por León Roldós.
El grito retumbó y se multiplicó la noche del miércoles 28 de noviembre del 2012: “Un solo ídolo tiene el Ecuador, ¡Barcelona, campeón!, ¡Barcelona, campeón!”.
¿Y dónde se multiplicó?, en todas las ciudades de la geografía mundial donde hay colectivos ecuatorianos.
En Europa, ya era el amanecer del jueves 29 de noviembre, y con frío. Pero, los ecuatorianos salieron a las esquinas con las banderas del Ecuador y de Barcelona S.C.
Sobre la medianoche apareció en la televisión la toma en el obelisco, ícono y símbolo de Buenos Aires, Argentina, en la majestuosa avenida 9 de Julio y Corrientes, cuando más de un centenar de ecuatorianos festejaban a Barcelona.
No hubo recinto en el suelo patrio en que esa noche no hubiera estallado la fiesta.
¿Quién los convocó?, nadie.
¿Cómo así salieron?, porque lo decidieron y con sus propios medios.
No hubo orden de que asistan empleados públicos a controlarse por lista, so pena de separación, como en las concentraciones políticas del poder gobernante.
Tampoco hubo buses que recorran barrios, ni dinero para el bolsillo, ni reparto de licor, ni sándwiches, como cuando las convocatorias las hacen los del poder o los contrarios conProfesionales que, por paga, cambian, entran o salen de un club puede ser; pero, tránsfugas de corazón, si de verdad se ha sido barcelonista, nunca.billete.
Fue la más hermosa de las autoconvocatorias de colectivos humanos, con la alegría de que el campeonato no era de los dirigentes, el director técnico y los jugadores, sino de cada uno y de todos los autoconvocados.
Es que nunca le fue indispensable a un barcelonista ir físicamente a los estadios o hacer rodar, empujar o patear el balón, o atraparlo cuando lo disparaba el contrario en cada juego, porque los barcelonistas siempre estuvieron con su equipo, juego a juego, aun cuando físicamente no se los haya visto, porque estaban con su corazón, sus angustias, sus rezos, sus tristezas en la adversidad y con sus alegrías en los triunfos.
No puede haber traidor entre quienes abrieron su corazón a la semilla del Barcelona.
Profesionales que, por paga, cambian, entran o salen de un club puede ser; pero, tránsfugas de corazón, si de verdad se ha sido barcelonista, nunca.
¡...solo nos queda Barcelona!
En los relatos de Fernando Artieda, uno de los mejores es aquel que edito y resumo, relativo a la muerte del Ruiseñor de América, Julio Jaramillo, el 9 de febrero de 1978:
“En el café de los intelectuales la cosa se estaba poniendo kafkiana, cuando pasó Care bandido y les dijo: ¿No ven que se ha muerto el man? ¿Cuál man, cuál man? preguntó uno de los desenchufados”; y, “Care bandido, con esa dignidad característica de los del barrio y los poetas le increpó: ¡cuál man va a ser! Pues, gil. ¿Habrá algún otro más bacán que Julio Jaramillo?”. “Y ahí estaba un borrachito con una botella de licor Cristal en la mano temblorosa, como que sollozaba y decía ¡ahora solo nos queda Barcelona!, ¡ahora solo nos queda Barcelona!”.
Barcelona, el club
Fue fundado el 1 de mayo de 1925. Jóvenes de origen catalán tomaron el nombre de la entidad Fútbol Club Barcelona, fundado en Cataluña el año 1899, y hoy símbolo universal del deporte que apasiona.
Se constituyó en la casa de Eutimio Pérez ubicada en la intersección de las calles Concordia e Independencia (actualmente, Eloy Alfaro y Francisco de Marcos). La vecindad con la entonces Escuela Fiscal Modelo Nueve de Octubre, plantel experimental dirigido por una Misión Pedagógica de Alemania, en el Ecuador, entre los años veinte y treinta de la primera mitad del siglo XX, llevó a que se identifique al club como el de la Escuela Modelo.
Ya en los años treinta, la fuerte presencia en el Astillero del Club Sport Emelec –su nombre se deriva de la Empresa Eléctrica del Ecuador, compañía norteamericana a la que se le entregó la concesión del servicio eléctrico de Guayaquil–, fundado en abril de 1929 por “el gringo” George Capwell, superintendente de la empresa en referencia, generó la rivalidad de décadas entre las dos entidades deportivas en el barrio del Astillero.
Emelec fue un semillero de deportes –no solo de fútbol– surgió con Capwell, inspirador y conductor que siempre debe recordárselo. Sin él nunca habría habido el club. Su fortaleza económica llevó a que se lo identifique como “el cuadro millonario”. Con los años hizo una muy importante afición.
Barcelona, en cambio, aun cuando tuvo –y sigue teniendo– importantes apoyos económicos, en diversas épocas, también ha vivido penurias. Pero, en todas las épocas, se fue consolidando en las entrañas de todas las clases sociales y económicas de la ciudad y del Ecuador. Barcelona nunca fue –ni lo es– un club excluyente.
En el Monumental y en las alegrías –también en las tristezas– del club, el rico y el pobre, el formal y el informal, siempre son barcelonistas, no hay diferencias, ni envidias, ni distancias.
Porque mi hijo León Xavier es de los que le gusta ir en las buenas y en las malas épocas al estadio, decenas de veces lo he acompañado, por eso doy fe de lo que relato.
¿La emoción de los barcelonistas puede dar rédito político?
Podrán querer utilizarla, pero la respuesta es no.
La universalidad de esa emoción rebasa a los políticos.
Nadie puede negar que Jaime Nebot y Abdalá Bucaram son barcelonistas, pero no encasillan a su afición.
Los hermanos Noboa Ycaza están haciendo un muy buen trabajo pero se equivocarían de creer que ese reconocimiento se expresará masivamente en votos.
¿Y qué después de la décima cuarta estrella?
Más compromiso, más entrega.
Fuente: www.eluniverso.com