Era el más alto del grado. Eso lo convirtió en el defensor de sus compañeros, en el chico más popular de la Escuela Fiscal Mixta República de Chile. También era querido por su carisma y alegría. Máximo Banguera aún posee muchas de esas cualidades.
El golero de 27 años nació en el populoso barrio Cristo del Consuelo, ubicado en el sur de Guayaquil. De cariño le dicen ‘Cachetón’, por sus abultadas mejillas, heredadas de su progenitor, Alfredo Banguera. El parecido físico entre padre e hijo es impresionante, desde la estatura (1,87 m) hasta sus pestañas largas.
Cuando Máximo llega a la casa se vive un ambiente de fiesta. El golero es tan amante al balompié como de la salsa. Posee una cancha de indorfútbol en la residencia, que está en la segunda planta y que es fácil de divisar desde el exterior.
Curiosamente, Máximo empezó a jugar fútbol como delantero. Pero, lo de arquero lo tenía en la sangre, pues su tío, Félix (igualmente de físico muy parecido), también fue guardameta de Aucas durante su juventud, en 1971.
Israel Ríos fue amigo y compañero de Máximo en la escuela. Fue él quien lo animó a probar suerte como futbolista. Logró convencerlo de ir a la Federación Deportiva del Guayas para jugar. Entonces, ambos tenían 8 años de edad.
“Yo estaba en el paralelo A y él en el B. Si había puñetes, él defendía a sus compañeros. Tenía buen porte. Jugando fútbol era bueno, por eso le dije que nos probáramos en algún equipo y fuimos a Fedeguayas”, recuerda Ríos.
En el barrio era inquieto y bromista. Los vecinos lo recuerdan claramente porque a sus 8 años ya sabía conducir la camioneta Ford 1800 de su padre. Eso aún es un tema que sorprende a sus familiares. Quien más sufrió con sus travesuras fue el mecánico de la esquina, Pedro Quiñónez. “Alfredo, ya pues, ven a sacar a tu hijo que pasa metido debajo de los carros”, recuerda que le reclamaba al papá de Máximo. “No creo que su vocación haya sido esa, porque el fútbol le fascinaba”, agregó Alfredo, quien para mantener a su familia tenía una pequeña camaronera, pero que fue arrasada por un fuerte invierno.
La vida deportiva de Banguera giró cuando en una final de los campeonatos menores de Guayas, el meta titular del equipo Fedeguayas se ausentó. Entonces, el entrenador que lo dirigía (no recuerda su nombre), le dijo que atajara y que por cada penal que tapara recibiría cinco sucres. “Me puse los guantes y me metí al arco”, recordó el ex delantero, cuyo saque, actualmente, llega de arco a arco.
Ahora, su experiencia futbolística lo motivó a ayudar a otros chicos que buscan alcanzar la fama y la gloria deportiva. El pasado 3 de septiembre decidió inaugurar una escuela de fútbol ubicada en la vía a Costa, en el kilómetro 13 ½. Allí colaboran los ex futbolistas como Carlos Velasco, Segundo Matamba, Manuel Mendoza y René Esterilla.
A la escuela asisten los lunes, miércoles y viernes 50 chicos del sector de Samborondón y del Cristo del Consuelo. A los de adolescentes de menores recursos les otorga una beca completa. El resto paga USD 50 de inscripción y 25 de mensualidad.
De estos chicos, 12 anhelan realizar las voladas en el arco como su ídolo, entre ellos Didier, el primogénito de Máximo. Así transcurre la vida de Banguera en Guayaquil, entre el estadio Monumental, su querido barrio Cristo del Consuelo, su familia y su escuela de fútbol. “Será difícil que alguien hable mal de él. Es una gran persona, generoso y de gran corazón con la comunidad”, concluyó Matamba.
Fuente: www.elcomercio.com