Editorial escrito por Otón Chávez:
Catorce años de espera, para conseguir su decimocuarto campeonato; ha roto el récord de paciencia del más popular equipo ecuatoriano. Nunca fue tanto el tiempo transcurrido en el que han pasado decenas y decenas de jugadores; más de una docena de dirigentes, cerca de cuarenta técnicos, hasta que al fin se dio con la máxima corona.
Y la gente, su enorme hinchada, pasaba en angustiada espera. Y esperó. Hasta que se consiguió. Mañana estará repleto su estadio Monumental; hasta las banderas como se dice. Y estoy seguro que nunca se ha llenado como mañana y eso que, también llenarán las calles y avenidas aledañas al estadio para continuar el festejo multitudinario. La esperanza nunca se perdió y llegó, porque tenía que llegar, a un equipo grande.
Repetiré unos conceptos más. Uno va al estadio porque le gusta el fútbol. No va porque le sobra tiempo. No va porque le esquiva a la suegra, o la bulla de los chicos, los compromisos sociales. Va porque le gusta el fútbol. Punto. Y le gusta el fútbol porque lo practica en las calles, en el barrio, en el colegio, con amigos, porque es fácil armar un encuentro informal. No se necesita dinero para practicarlo; con dos piedras hacen un arco y cualquier objeto rodante, ligero y no pesado, se convierte en una pelota.
Deporte primario por excelencia, de allí su popularidad ya que permite al ser humano convertir en útiles los pies, las piernas, más allá del caminar. Por su proyección popular, jamás buscada, el balompié convierte en social su práctica. Una sociedad. Esa sociedad, al aglutinarse competitivamente alrededor de una divisa, automáticamente genera pasiones.
La pasión es la característica más relevante y dominante de la vida del ser humano. Esa característica nos hace eufóricos en el triunfo y frustrados en la derrota. ¿Cómo separar la pasión del resultado frente a la racionalidad del mismo? Ni la más alta racionalidad de una cultura futbolística nos permite huir de la pasión.
Las pasiones que genera el fútbol con ningún otro deporte del mundo se pueden comparar. Los hinchas toreros han tenido reprimidas esas pasiones por tantos años y ahora las reúnen en un solo grito por toda la geografía del país ecuatoriano y disfrutan, no podía ser de otra manera, exteriorizándola. He allí entonces el delirio represado que se destapa en las presentes alegrías amarillas.
Pero en cuanto a lo futbolístico, por sí mismo se reveló como el mejor equipo del 2012. Cuando se creía que otra vez Barcelona caería en los mismos vaivenes de la incertidumbre, cuando se fue Luis Zubeldía que ya les había armado un equipo competitivo. Llegó Gustavo Costas que a los quince días de mayo comenzó a pasar de los silbidos a los aplausos para llevar al equipo a la punta de la primera etapa y adquirir el derecho a disputar el título que al final ganó sin jugar finales.
El exitoso técnico, ya en la segunda fase, consolidó un estupendo conjunto y para mi criterio donde se gradúa fue en el Clásico del Astillero, no tanto por la paliza (5-0), cuanto por el acertado cambio que realizó. Sacó al volante defensivo José Amaya y metió a Hólger Matamoros, cuando se fue expulsado Marcos Mondaini, y lo mandó a la derecha y a Michael Arroyo, que no andaba bien por ahí, lo cambió a la izquierda para generar los ataques y llegaron los goles amarillos.
Barcelona es el equipo que mejor jugó en las dos etapas y consiguió legítima y merecidamente el campeonato. Su gran hinchada, merece el premio tan largamente esperado y estoy seguro que jugarán una buena Copa Libertadores porque, si no se le van los futbolistas, tiene equipo para rato.
Felicitaciones a su enorme legión de seguidores, a sus jugadores y técnicos, a su dirigencia, especialmente, a Toño Noboa y a sus compañeros de directorio que por fin dieron pie con bola con un estupendo equipo, tras muchos años.
Fuente: www.eluniverso.com