Desde el calentamiento de los jugadores de Barcelona hasta su última aparición en la cancha con la Copa en las manos arrancaron aplausos, ovaciones y cánticos de júbilo de sus seguidores, quienes colmaron el estadio Monumental para ver su consagración.
Al saltar al campo de juego para afrontar el último partido del torneo contra Olmedo, no lo hicieron solo los once futbolistas registrados como titulares, sino todo el plantel: juveniles, suplentes, reservas, estelares, y hasta los lesionados como Jayro Campos y Roosevelt Oyola, y el suspendido Giovanny Nazareno, quien este año no ha intervenido en ningún compromiso (su sanción se levantará recién en febrero próximo), pero es parte del equipo canario.
Todos se concentraron en el centro de la cancha en su solo abrazo y a ellos se unieron los utileros y colaboradores cercanos al plantel.
La celebración estaba dada desde el inicio del encuentro. Pero la afición quería ver en acción a sus jugadores, verlos ganar en la cancha para sellar con éxito el honor de ser los monarcas del fútbol local.
Y así lo hicieron los toreros, el dominio fue evidente desde el inicio del partido. Al exgolero canario Giovanny Camacho, quien tuvo que atajar en lugar de Robinson Sánchez, le tocó recibir los embates de Damián Díaz, Michael Arroyo y del goleador Narciso Mina.
En la banca, pasivo y ya con la tranquilidad de disfrutar el ambiente y la alegría que se desbordaba en el estadio, el entrenador Gustavo Costas observaba las acciones del duelo como si lo hiciera desde un cómodo asiento de su hogar.
No obstante, mientras transcurrían el juego, la fiesta aún no era completa. Faltaba el show del gol, que no se dio en los primeros 45 minutos.
Es por eso por lo que hasta Costas se puso tenso durante esos minutos de sequía. Dejó su acolchonado asiento de la banca y saltó al borde para comenzar a impartir indicaciones, pero su más acertada decisión fue incluir a José Ayoví por Miguel Ibarra. El espigado atacante provocó el penal: la oportunidad de que Mina aumente a 29 su marca. Se posicionó en el punto penal y ejecutó sin fallar. La celebración también fue su idea: llamó a sus compañeros, se sentaron al borde de la cancha y todos, desde el golero Máximo Banguera, se sacaron los botines y los levantaron, en alusión a los zapatos robados el pasado miércoles en el saqueo de los hinchas en el estadio.
En el siguiente tanto, el 30 de Mina, también hubo alegría conjunta entre los once estelares. La última anotación, de José Amaya, fue dedicada a Dios; el colombiano repitió el ritual de rodillas y con los brazos alzados cuando se pitó el final.
Fuente: www.eluniverso.com