Nadie conoce mejor a Gustavo Costas que su esposa. Ella es Virginia Pereira, con quien está casado desde hace siete años. Es ella quien lidia con los estados de ánimo del entrenador argentino. Este varía de acuerdo a cómo terminó el día. “Si le va bien con el equipo viene feliz, sonriente. Si no, pasa mal genio, frustrado. Se pone enseguida a planificar el día siguiente”.
Ella hace un ABC de su esposo, quien ahora es idolatrado entre los aficionados de Barcelona. Para el DT no hay mejor forma de relajarse que el ejercicio. Cuando tiene tiempo libre sale a trotar en la urbanización en la que reside, en Samborondón. En otras ocasiones juega fútbol con los futbolistas y cuerpo técnico durante las concentraciones. Allí recuerda la época que vivió de zaguero en Racing. Los jugadores lo consideran un padre, un amigo. Para los directivos, contratarlo fue como un sueño hecho realidad.
Finalmente, Costas llegó y su estilo de trabajo y liderazgo se impuso en el grupo. Antonio Noboa, presidente torero, aseguró que deseaba ficharlo desde antes de contratar a Luis Zubeldía, a mediados del año pasado, cuando asumió la Presidencia. Lo llamaron a Perú, en donde dirigía al Alianza Lima.
Entonces, Costas se comprometió a asumir el reto en otro momento, uno en el que las condiciones se prestaran para ello. “Siempre me gustó su estilo. Es una persona sencilla, disciplinada y de mucho conocimiento futbolístico”, refirió Noboa. Costas también caló en el grupo porque es un hombre apegado a la fe religiosa, fue futbolista y tiene una actitud paternal con los jugadores. Es común verlo con un semblante serio durante los entrenamientos, mientras imparte instrucciones. Pero luego, es capaz de matarse de la risa con las bromas que hacen los futbolistas.
Eso sí, no es un entrenador mediático. Evita conversar con los periodistas y “no le gusta tomarse fotos”. Esto lo confirma Luigi Macchiavelo, jefe de prensa del equipo. Solo aparece en ruedas de prensa. Pero para sus dirigidos, el argentino es una persona de confianza más que un DT.
Narciso Mina lo resume así: “Es un tipazo”. A él, por ejemplo, además de guiar sus movimientos en la cancha como delantero, le aconseja sobre cómo invertir su dinero, aprovechar su tiempo y convivir con las críticas.
Su sencillez se evidencia en su trabajo y fuera de este. Su esposa Virginia lo describe como un todoterreno. Sabe de todo. “Es efusivo, planificador...”.
Costas y sus asistentes se movilizan en Guayaquil en un Chevrolet Aveo Family gris, de USD 15 000. Eso contrasta con el plantel de futbolistas, que tienen vehículos que llegan a costar hasta USD 80 000.
Pablo Fernández, asistente técnico, y Rubén Rivas, preparador físico, son sus fieles colaboradores. Con Rivas consiguió dos títulos con el Alianza Lima en el 2003 y 2004. Luego fueron monarcas en Paraguay con Cerro Porteño, en el 2005. Mientras que Fernández se unió hace tres años. “ Son profesionales probados”, los describe el DT.
Carlos Gruezo, otro colaborador ecuatoriano, contó que “es común verlos juntos en todo lado. Todos tienen buenas relaciones con el plantel de futbolistas y esa es otra ventaja”. Para fomentar esa unidad, desde el 12 de abril, fecha en la cual asumió el cargo, Costas estableció actividades grupales como asados y bingos en las concentraciones. Esa mecánica le permite entender las necesidades de sus pupilos.
Otra faceta del entrenador es su devoción religiosa. Lleva siempre consigo un rosario y una escarapela de oro del Señor de los Milagros en la lado derecho de su camiseta. Siempre besaba esa imagen cada vez que sus pupilos marcaban goles en el torneo.
HOJA DE VIDA
Datos personales. Gustavo Costas nació en Buenos Aires, Argentina, el 28 de febrero de 1963. Es conocido como ‘Narizón’.
Su experiencia. En su carrera de futbolista se desempeñó como zaguero central y se destacó en Racing. Después, en su carrera de entrenador tuvo a equipos como Racing (Argentina), Guaraní, Olimpia, Cerro Porteño (Paraguay), Alianza Lima (Perú) y al Al Nassr árabe.
Fuente: www.elcomercio.com