martes, abril 24, 2012

Zubeldía, el retrato de un farsante

Llegó a Guayaquil como un director técnico joven, com ideas renovadas y mucho esfuerzo físico.

Se incorporaba al Barcelona Sporting Club en un momento crucial, acompañado a una nueva directiva que asumía el reto de sacar al equipo de la terrible crisis económica y deportiva que padeció por largos años.

Impresionó a la crítica por su disciplina y dedicación al trabajo. El rendimiento de sus dirigidos mejoró notoriamente. percibíamos un cambio favorable en el plantel que fue reforzando con dos jugadores extranjeros. Uno de ellos, precisamente el que recomendara Zubeldía, jugaba apenas unos minutos y salía lesionado. Era un amigo directo del técnico. Al inicio de esta temporada exigió la contratación de 8 jugadores desde Buenos Aires, donde vacacionaba, amenazó con quedarse tomando mate si no cumplían con sus demandas. Tuvo la audacia de dar nombres de algunos compatriotas suyos, con carreras deportivas terminadas. Fue el primer impase que tuvo con la dirigencia.

Utilizó la popularidad y prestigio continental de Barcelona para subir sus bonos. Fue expulsado seis veces de la cancha por tu irascible temperamento. Algunos sostienen que todo era teatro barato para victimizarse y echar la culpa a los árbitros de sus fracasos. Paralelamente se convirtió en un falso protector de los jugadores con poses y declaraciones demagogicas, sembrando la perversa idea de que los defendía de los dirigentes.

Con media docena de nuevos jugadores, entre ellos, seleccionados ecuatorianos y colombianos, empezó la nueva temporada con algunos éxitos y varios reveses. De cinco partidos que Barcelona jugó como local, empató tres, dos de ellos con equipos pequeños. Obtuvo dos triunfos como visitante. Quince días antes del partido Liga de Quito, ya Zubeldía había arreglado verbalmente para dirigir a Racing de Avellaneda.

Este farsante engatusó a unos cuantos jugadores del plantel que entregaron vergonzosamente el partido con Deportivo Quito como reacción a su salida.

¿Que pensarán ahora estos incautos?

Por Franklin Verduga