Zubeldía no se engancha en las discusiones dialécticas, su verdad se llama toque y manejo de los espacios como esencia del juego. Y desde ese mandamiento futbolístico puede elegir, cuándo buscar un resultado o cuándo presionar sobre el error ajeno. Achica la cancha cuando defiende y la estira para atacar. Desplaza a jugadores lateralmente, de forma alternativa y continuada hacia el lado del balón.
Presión incesante sobre poseedor de la pelota para provocar fallo y recuperar la tenencia. Defensa hombre en zona, para tapar posibles líneas de pase. Evitando la sorpresa, que para él tiene su abismo propio.
Su capacidad de convencimiento lo habilita para manejar el clima del vestuario. Refleja conocimiento, muestra la viveza de los que llevan el barrio en las venas. Las tormentas hacen que su árbol tenga raíces profundas. Sabe el momento para apelar al temperamento más allá de la estrategia. El mensaje prende fácil en el ánimo de sus jugadores, en la victoria, y en la derrota las lágrimas caen de pie cuando las derrama un hombre.
Un equipo es la suma de sus talentos. Sin presencia del valor-individual, no hay valor-equipo. Barcelona del 4-2-3-1 varió al 5-3-2 en defensa o 3-4-2-1 en ataque. En esta distribución de los espacios actúa Lugüercio detrás de Narciso o como mismo delantero de área. Díaz se encarga del último pase; Matamoros da señales claras de su superioridad como extremo. Puntos fuertes: Barcelona logró paciencia para jugar. Corre menos y piensa más cada acción, cada pase, cada jugada. Bajó un cambio a su velocidad y le dio más sentido a la elaboración. La importancia de Zubeldía está en ubicar a cada uno donde mejor interprete su partitura y pueda complementarse con quienes lo rodean.
Por Roberto Bonafont
Fuente: www.expreso.ec