miércoles, septiembre 28, 2011

CIMENTANDO EL ÉXITO

Una vez más hablamos del renacer de Barcelona. Las circunstancias y el fenómeno socio-futbolístico que el equipo más popular del Ecuador genera, siempre es notorio en el entorno. Una nueva dirigencia, una plantilla revitalizada y una gestión por ahora correcta, sin duda son los cimientos de todo lo que se comienza a proyectar.

Nuevas ilusiones llegaron al Ídolo del Astillero con el triunfo en elecciones de Antonio Noboa, quien a gusto personal, es justo la persona que necesitaba un equipo maniatado por todas partes. Casi de inmediato comenzaron las respuestas: en la cancha y en sobre todo en las escuálidas arcas, que un montón de malas administraciones dejaron como herencia; a título del club, y por ende a nombre de quienes por voluntad propia asumen los destinos. Por ahora, a la espera de una auditoria ya ofrecida, y sobre todo del desarrollo de una gestión que promete, ese es un tema que quedará al margen.

¿Cómo hace un equipo para salir de las sombras y renacer de las cenizas? No es magia, ni suerte. Todo empieza con la gestión en silencio y sin aspavientos, que parece ser una materia bien aprendida por su presidente. Así las cosas, llega Luis Zubeldía, un joven director técnico argentino, pero que es producto de un proyecto. Eso, proyecto, justo lo que a Barcelona le hacía falta. La escuela de Lanús, institución que formó a Luis a su imagen y semejanza: con orden, abundancia y una idea clara, contrasta, sí, pero ayuda y mucho a la realidad del equipo guayaquileño. Él, como primera medida, ratifica a su plantilla, recupera jugadores, les brinda confianza, pone las distancias que se necesitaban, y comienza a desarrollar la idea.

Intérpretes. Siempre pensé que el equipo tenía un buen plantel: con símbolos, con jóvenes, con experiencia y con talento. Lo tenía, pero Zubeldía le agregó el factor “DD”. Damián Díaz, un virtuoso para jugar al fútbol, técnico como todo buen armador, creativo como esos que parecen extintos, multifacético y utilitario cuando es necesario, pero sobre todo de potrero… El Kitu tiene un plus, y es el ser un jugador de potrero: creado a imagen y semejanza de las dificultades, porque sólo así el talento se forja en la medida de los problemas, y por ende la horma que mejor le calza a un equipo históricamente batallador y acostumbrado a las gestas. Y no me olvido de la importancia de Matías Oyola, que completa el dúo dinámico; ni de Luis Caicedo, quien se encarga del trabajo sucio. Ambos lo facilitan todo.

No menos importante es la relación con el entorno y el día a día del club. Reestructurado su departamento de prensa, lo que ahora proyecta Barcelona es seriedad y grandeza, más no escapadas y/o escándalos. A muchos no les gustará, porque se acostumbraron a hacer lo que les vino en gana dentro del que llaman “su equipo”, pero la cuestión es que el paso dado es grandísimo; altamente satisfactorio. El beneficiado con esto no es el periodista, sino el club que entrega orden y facilidades, y por consecuencia la hinchada, que ahora sabe lo que tiene que saber, y está tranquila para alentar cada fin de semana.

¿Cómo que la hinchada de Guayaquil estaba muerta? Cincuenta mil personas metió el Ídolo en la última fecha contra el Deportivo Cuenca. Y el equipo lo merece. El duodécimo jugador comienza a sentirse una vez más. ¿La clave? Todo lo anterior: un dirigente serio, una plantilla proporcionada, un jugador distinto y un departamento de prensa competente. Resultado: victorias en la cancha y una afición eufórica que no escatima a la hora de entregar cariño.

¡Si Barcelona está bien, el fútbol ecuatoriano está bien! ¡Mientras más clubes den el salto cualitativo, mejor para todos! Ya lo verán

Un editorial de: Luis Alberto Otero Hurtado

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